Tumbada en mi cama a medio tender,
tomando esa única matera que tengo permitido
mientras la infusión de la yerba mate penetra mi cuerpo entero
me permito volar al pasado,
a esa época en la que nos veíamos todas las noches en la U
y nuestro punto de encuentro era el quinto piso
Ese lugar donde conversábamos en la oscuridad,
recién empezando a conocernos;
fue ahí que empezaba a contar tus lunares
y a reconocer tus expresiones,
fue ahí que me ponía nerviosa y me avergonzaba de todo y de nada,
ahí donde tu voz se fue suavizando
y nuestro hielo se fue derritiendo mutuamente
Y la luz de la luna penetraba el gran ventanal del quinto piso,
siendo nuestra única iluminación,
nos sonreía a ambos porque sabía cuánto nos gustábamos...
Creaba el ambiente romántico ideal para intercambiar vivencias,
para abrir nuestras almas,
en esa época en la que se te enrojecían las manos al rozarlas contra las mías
Pero no faltaba el guardia que nos alumbraba con su gran linterna
como presos en una cárcel donde está prohibido desnudar el alma,
obligándonos a abandonar nuestro preciado lugar
pero nunca privándonos de las ganas de continuar con nuestras charlas,
por lo que escapábamos a otro lugar para continuar con nuestras miradas luminosas en plena noche,
en esa época en la que extrañamente dejaba de llover apenas nos veíamos
como si el clima se apiadara de dos amantes ansiosos por encontrarse...
Así, las últimas gotas de mate me transportan suavemente a la realidad
donde me quedo nostálgica por el pasado pero feliz por el presente
saboreando todavía el nerviosismo de esas primeras historias que compartimos las noches de marzo
con las que poco a poco, a grandes pasos me enamoraba locamente de ti
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